martes, 30 de noviembre de 2010

25 de noviembre 010, jueves.

Me levanté y la casa estaba llena de rastros de la noche anterior, de lo que se comió, lo que se bebió, de los niños. Empecé, sin ganas, a lavar platos. El caos había vuelto a instalarse en casa. El caos nos ama –o me ama. Y le gusta estar acá. Me persigue, me acosa. No puedo sacármelo de encima.
Para agregar algo al caos, vinieron Martín y Vanessa y se llevaron su sillón. Ahora voy a tener que apurar al tapicero. El mío lo mandé a tapizar, me decidí cuando se me rompió un pantalón con un alambre que surgió de su esqueleto. Y como el de Martín estaba en casa no me preocupé mucho. En realidad, es mejor que se lo hayan llevado, hay demasiadas cosas en esta casa. Cualquier día de estos me levanto con ímpetu y empiezo a tirar objetos molestos para la calle.
Acompañé a Tincho y Vane al Prado, en realidad fui a conocer el apartamento. Es lindo. Y tiene una vista amplia.













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