lunes, 8 de noviembre de 2010

06 de noviembre 010, sábado. Luna Nueva.

Un día hermoso. Fuimos a navegar en el Sur, la costa estaba llena de veleros. Soplaba un viento fuerte, así que en poco rato estábamos en Buen Viaje. La boya señala el lugar donde está la restinga y los restos de la fragata El Buen Viaje,  que se comió las rocas –en esa época casi no existían cartas marítimas del Río de la Plata.- y se hundió el 11 de abril de 1786.
   “Desde las primeras exploraciones, este río despertaba el pánico entre los marinos por la fuerza e intempestividad de sus vientos y corrientes, ya que pamperos y sudestadas, pueden llegar a producir grandes cambios en contados minutos. Otra causa de peligro la constituyen sus fondos traicioneros, restingas y bancos de arena y de piedra como el Inglés, el Arquímedes y el Ortiz. Debido a que en la época colonial la navegación se efectuaba exclusivamente a vela, la misma arboladura (muchas veces con reducido paño o a palo seco), ofrecía la suficiente resistencia a la presión del viento, con la posibilidad de arrastrar la embarcación contra las costas, los barcos o los veriles de los canales, lo que concluía en inevitables varaduras y naufragios. Ello era más sensible en la boca del estuario, donde las aguas se mezclan con las del mar y cuya anchura hace perder de vista las costas entre sí, lo que la convierte en un enorme piélago en el que los vientos no encuentran freno a sus ímpetus.
Desde la época colonial hasta la actualidad, se han producido en el Río de la Plata miles de encallamientos y naufragios, por lo que algunos marinos no han dudado en llamarlo “cementerio de barcos”. A. M. Musicó A., “Navegación en el Río de la Plata durante el S. XVIII.”



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