jueves, 18 de febrero de 2010

17 de febrero 010, miércoles.

Al final, lo logré...  Tenía que comprimir un video para mandarle a Ángela, para que el video fuera a un festival en Barcelona –o por ahí. Ya no había podido enviarlo porque Ana Clara me lo iba a comprimir, pero se le rompió la tarjeta de video y no pudo hacerlo. Le pregunté a Ana Clara, a Maxi, a Juliana qué programas usaban. Maxi creo que estaba a mil, editando. Ana Clara no se acordaba de los nombres de los programas. Juliana me envió una dirección donde podía bajar algún programa, pero el que era gratis no bajaba, y para los demás necesitaba una tarjeta de crédito internacional, que no tengo (justo para no comprar cosas y no caer en un consumismo desquiciado por la red); así que empecé a buscar convertidores y encontré bastantes. Más de diez. Y gratis. Bajé uno que me pareció bueno y en dos patadas convertí el video a más baja calidad para poder enviarlo por mail. El procesito no tiene ningún misterio.
No hice registros porque con el despelote de estar de vacaciones perdí la cámara todo el día, cosa que me estresó mucho.  No me acordaba donde la había puesto, ni siquiera cuando había sacado las últimas fotos. De noche, cuando ya estaba al borde de la desesperación la encontré. Estaba en el cajón donde guardo la ropa interior. Y la había buscado por toda la casa,  hasta en la heladera.   

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