viernes, 9 de julio de 2010

08 de julio 010, jueves.

fac Estoy terminando el retrato de Sofía. Fui en ómnibus y volví en ómnibus. El día estuvo soleado, agradable. Solamente los plátanos sin hojas hacían notar que es invierno.

Abajo de esos plátanos, durante años, pasaba el día una vieja –porque no era una viejita, era una vieja con aspecto de bruja de cuento de hadas ...y de brujas- , barriendo la vereda, o sentada en el escalón de la puerta de la parroquia. A veces miraba al vacío; otras veces se enrollaba sobre sí misma y se sacaba piojos. Hace dos o tres años que no la veo más. Supongo que murió. Tenía un pelo blanco medio amarillento que le caía greñudo sobre los hombros. Era flaca, muy flaca. Solía usar polleras tableadas que le quedaban grandes, medias de fútbol –por lo menos eso parecían-  y siempre tenía puestos un par de championes enormes, que hacían que las canillas parecieran más flacas. Para abrigarse se ponía buzos sobre buzos, como una cebolla. Limpiaba la vereda de la parroquia Don Bosco. Supongo que le daban comida a cambio, porque la vi unas cuantas veces acuclillada, comiendo una especie de sopa. La vieja fumaba, siempre tenía medio pucho colgando del labio inferior. Además de barrer, juntaba objetos que encontraba en la calle. Latas vacías de refrescos, o envases de plástico, colillas de cigarrillos. Piedras. Ordenaba los objetos con meticulosidad. Las colillas alineadas, formando una fila de barras paralelas, todos los filtros hacia el mismo lado. Con las latas hacía lo mismo, y con los envases, con las piedras. Una vez hizo una pirámide de piedras, piedras de la calle, cascotes, trozos rotos de baldosas, pedregullo, pedazos de ladrillo. Era una pilita de nada en equilibrio precario. A veces, colocaba las latas en línea sobre el antepecho de alguna ventana. Vi bolsas de nylon planchaditas a mano amontonadas una encima de a otra, ropa estirada sobre la vereda, como se estira algo que se va a planchar.

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